Escribe: Ana María Vidal, secretaria adjunta de la 

                                   Coordinadora Nacional de Derechos Humanos

La crisis que empezaron a cocinar hace 17 años nos estalló en la cara. Reventó la herida en las entrañas de nuestro país y vimos la purulencia y los gusanos que carcomían el sistema por dentro. Ese sistema tan de lujo y de reuniones en el club del golf, con grandes empresarios y políticos mezclados en las fotos de sociales, con camionetones 4X4 inundando la ciudad, con presidentes repitiendo lemas de “déjenme trabajar” cuando en realidad pedían que los dejaran coimear, con presidentes orondos y rebosantes con el descaro a flor de piel de reconocer solo a parte de sus ratas, con presidentes que llegaban al poder con la bandera de una gran transformación pero que terminaron como peones de la CONFIEP deslumbrados por el lujo y el falso poder. Todo este sistema permitió que la mafia criminal del fujimorismo fuera tomando poco a poco más poder, y que a la par, escondió bajo cifras macro la pobreza, la desnutrición, la anemia y el recorte de derechos de la población. 

Cuando a principios de este año empezó el escándalo de los sobornos, la naturaleza nos demostró como estos robos millonarios costaron demasiadas vidas y dejaron en el abandono a miles de personas. Los puentes derrumbados (colapsados y no caídos, según un triste funcionario), las carreteras mal hechas destruidas por las lluvias, los hospitales gigantescos construidos pero vacíos, ciudades enteras como Piura anegadas, mujeres arrastradas por los huaicos nos enrostraron que la corrupción nos robó directamente y, en muchos casos, nos mató.

La caída de los expresidentes ha venido como un lento derrumbe de dominó: primero prisión preventiva de Humala, el mandato de detención (recientemente variado) de Toledo y su fuga del país y ahora la serie de denuncias contra Kuczynski que lo ponen en la cuerda floja y al filo de la vacancia. Él se ha limitado a decir que no renunciará y ha negado de manera absurda su vinculación en los pagos de Odebrecht. Nadie le cree.

Todo este descalabro llega cuando solo se ha hecho público menos del 30% de lo que habría por el escándalo Lavajato; por eso el fujimorismo y aliados están tan a la defensiva. Hasta ahora, por ejemplo, nadie ha hablado de las hidroeléctricas concesionadas a Odebrecht, las cuales le costaron la vida a dirigentes ambientalistas como Hitler Rojas en Cajamarca. La corrupción también asesina directamente señoras y señores.

Y claro que llama la atención que, en todo este terremoto, los que mejor salen librados son Keiko Fujimori y García. Son ambos, y sus partidos, quienes están usando su aplanadora para destruir lo poco de institucionalidad que nos queda. Su fuerte de combate y lanzamisiles es ahora el Congreso: la comisión Lavajato en el Congreso es utilizada para limpiar a Fujimori y García (con el vergonzoso apoyo de congresistas como Castro); Salaverry y Vilcatoma golpean al Fiscal de la Nación por infracciones absurdas y carentes de sustento —no lo hacen de manera gratuita, Vilcatoma sabe cómo funciona el Ministerio Público, su único afán es demoler (además está pendiente la investigación contra Joaquín Ramírez, el soporte económico del fujimorismo). Otro grupo ataca al Tribunal Constitucional, la doble acusación del Magistrado Espinoza Saldaña, a todas luces inconstitucional, es un golpe a toda la institución: él fue el magistrado ponente en el caso El Frontón y será el magistrado ponente en el habeas corpus de Fujimori papá y muy posiblemente también lo sea en el habeas corpus de Fujimori hija, el fujimorismo solo busca atacar con el único fin de salir bien librado.

Con el falso ropaje de combatir la corrupción, el fujimorismo adquiere cada vez más poder y está consolidándose cada vez más en el Congreso. Los cantos de sirena que alguna vez dio Kenji, y que encandilaron a algunas personas, se apagaron. El atisbo de quiebre que pudo darse alguna vez dentro de esta bancada se esfumó. Están más fuertes que nunca, tanto así que se dan el lujo de romper su alianza con el gran empresariado. Chau Graña y compañía, total, pueden aliarse con un sector intermedio de empresarios que saben manejar.

Es a esta mafia enquistada, el fujimorismo, a la que tenemos que sacar. Sin que esto implique que quienes nos robaron también tengan que caer. Ya lo están haciendo: Toledo, Humala y el mismo PPK. El orden constitucional indica que el turno lo deberá asumir el primer vicepresidente Vizcarra, mucha gente no confía en que él tenga las agallas para enfrentar todo esto, pero siempre en el Perú la gente nos puede dar sorpresas, esta vez necesitamos de manera urgente que las sorpresas sean positivas. Las vías constitucionales para poner freno al accionar voraz y corrupto del Congreso fujimorista son ínfimas, pero aún quedan. Una es un gabinete de urgencia que confronte al fujimorismo y que éste le niegue la confianza; dependerá de sí hay gente con valor e inteligencia para usarlas.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de decirle al Estado peruano que suspenda la acusación contra los magistrados del TC, eso demuestra como los ojos de la comunidad internacional están puesto en el Perú. Si el fujimorismo, repitiendo su actuación de la década del noventa decide no hacer caso, la presión será cada vez más fuerte.

Ahora la pelota está en nuestra cancha, depende de la sociedad levantarse y exigir la caída de un sistema que en 17 años se terminó de podrir por dentro. Solo con una multitud en las calles, rechazando el actuar criminal y corrupto de fujimorismo y exigiendo que esta mafia deje el poder que han secuestrado, podrá frenarse el avance desbocado de Keiko, Joaquín Ramírez, Chlimper y compañía. Se trata de desnudar y demostrar cómo todo su poder político ha servido solo para robar y matar.

Si con toda esta crisis, es el fujimorismo el que termina tomando el poder, le dejaremos el país en bandeja al narcotráfico, la delincuencia y la corrupción. No podemos permitirnos este escenario, es nuestro país, no es de la mafia. Si alguna vez pudimos tumbarnos un régimen corrupto como fue el gobierno dictatorial de Fujimori, lo podemos volver a hacer. No es fácil y no se trata de solo una o dos marchas, es el momento de unir fuerzas en todo el país, de salir masivamente a las calles, por semanas, meses y demostrarles que podemos más que ellos. Defender al TC y al Ministerio Público, defender la democracia. La marcha del día sábado fue hermosa y expuso como estamos hartos de la corrupción. Sigamos organizándonos. Nos toca salir también esta semana, seguir reclamando dignidad para nuestro país y que, más temprano que tarde, ese lema de “que se vayan todos los corruptos”, en el Perú sí se va a hacer realidad.


(Foto: LaMula.pe)