Por Alfredo Quintanilla

Nosotros, señor PPK, somos pobres, de ropa, de estudios y también pobres de palabra. Pero creo que ha llegado el momento de hablar. Nosotros vivimos al fondo, detrás de los cerros o en el bosque, surcando días por los ríos. Somos pocos y como vivimos lejos, los señores gobiernos nos han olvidado. Nunca nos visitaron los candidatos ni los presidentes de la región y nuestros alcaldes viajan y viajan y hacen cola pero los hombres importantes no los reciben. No lo vamos a atosigar con nuestra lista de pedidos, pero si usted se acuerda cuando sea gobierno, se lo vamos a agradecer. Y se lo decimos porque sabemos que usté ha tenido algunas dificultades pa’ ganar y queremos recordarle que nosotros lo hemos apoyado. Porque cuando hay necesidá, todo trigo es limosna.

Seguro que alguno de sus asesores se preguntarán con qué derecho usamos ese tono de haberle prestado nuestros votos para que usté gane y seguramente dirán que las necesidades de los pueblos son muchas y que hay que “priorizar”. No sabemos exactamente qué quiere decir eso, pero ya los alcaldes dijeron que así les dijeron los señores importantes y por eso nos dicen que tenemos que seguir esperando por el agua potable, por el desagüe, por la electricidad, por la carretera, por el médico que nos visite, por la obstetriz para nuestras esposas, por los maestros que no falten, por los técnicos que nos ayuden en nuestras chacras, por la biblioteca y las computadoras para nuestros hijos y por las pensiones para nuestros ancianos.

Para ser francos, señor PPK, porque acá en el campo no nos gusta dar vueltas, en primera no lo escogimos a usté, sino a la señorita Mendoza.[1] A ella la vimos de lejos en la tele pero la sentimos sincera porque nos habló claro de nuestros derechos que como pueblos nos corresponden y porque dijo las verdades de esos que nos engañaron y ya no queremos repetir la misma historia.

Y entonces nos empreguntamos ¿y ahora, qué hacemos si la señorita Verónika no pasó? ¿Nos sentaremos en el batán a llorar calatos? ¿Marcamos con rabia el papelito? ¿No vamos a votar? ¿Y la multa? Y entonces cavilando, cavilando y conversando entre nosotros y escuchando la radio y juntándonos en la tienda de don Pascual a ver la televisión y los debates, tomamos la decisión de prestarle nuestro voto[2]. Se lo prestamos porque usté es un caballero que sabe, que ha estudiado, que conoce el extranjero, que ya ha gobernado, que tiene contactos con los inversionistas y como caballero con sus años, ya no caerá en tentaciones y seguramente sabrá honrar sus promesas. Y nos decidimos del todo, cuando la señorita Verónika nos dijo en nuestra lengua que le prestáramos nuestro voto, que ya habrá condiciones más adelante para ganar.

Por eso, antes de que se ponga usté la banda y se siente en el sillón presidencial, antes que nombre a sus ministros y la bulla de los periodistas ya lo aleje de sus electores, le pedimos que se dé un tiempito y piense en nosotros. Ya estamos viendo que los que perdieron las elecciones quieren gobernar con usté, que todos esos que saben hablar bonito por la televisión le está aconsejando que haga pactos, alianzas, compromisos, que deje a la izquierda otra vez en el rincón, como hizo el comandante. Mala señal, no les haga caso. No les haga caso a los pájaros de mal agüero que piden mano dura y quieren meter bala. Ya bastante hemos sufrido para que volvamos a empezar de nuevo. Sólo le pedimos que no nos dé la espalda, que defienda nuestros recursos, que nos informe, que nos consulte, que nos respete. Pedimos en primer lugar eso, respeto. Somos gente, pobres, pero gente con derechos y ya no vamos a estirar la mano ni a rogar. Como dice la señorita Verónika, somos ciudadanos.

Ya sabe, señor PPK, acuérdate de los pobres cuando estés en tu reino.